La Caravana Mágica no tuvo tanta magia como para elevar a su Soberano a la gloria insospechada. El Soberano nunca se sintió tal. Parecía un súbdito más que no sabía a quien rendirle tributo. El Gustavo Cordera más humilde que se recuerde fue un rey que no supo coronarse en el Foro Indie Rocks.
Nervioso. A Gustavo le costó sonreír. Salió al escenario tan asombrado por ver el sitio prácticamente lleno que se percibió falsa su intención de animar a una masa que estaba animada sólo por la ilusión de volverlo a ver.
Realmente le costó sonreír. Quería hacerlo. Más que eso. Se le notaba la urgencia por sentirse querido... y por creerse ese cariño. De Soberano, nada. Sólo una falsa idea en una canción.
Pidió perdón. Tal parece que lo ocurrido hace meses en Argentina, el incidente de supuesta incitación a la violencia contra la mujer, le cuesta más que sólo un juicio. Hay una parte de su conciencia que sigue dolida consigo misma. Y lo transmitió.
Una parte de Gustavo quería inmolarse, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. El Soberano quería ser Mesías, o la parte del Mesías que se crucifica para decirle al pueblo "te amo". La intención nunca terminó por ser llevada a la acción, le faltó contundencia. Más que Mesías fue Cordero.
El público exigía con coros y bailes que a veces superaban a los del escenario que se viera al Cordero más arrogante, al que parece que tiene piel de lobo debajo de la lana blanca. Y él, quiso serlo, ¡de verdad quiso serlo! La actuación, la necesidad, salió mal; su señal de cuernos con las manos contrastó con la mirada hacia abajo. ¿A quién se estaba rindiendo?
A Gustavo sólo se le vio feliz cuando él y su Caravana Mágica se pusieron la playera de la Selección Mexicana. Y aún así, no pudo disimular la humildad. "Hace 10 años que no tocamos esta canción, a ver si me acuerdo de la letra"... ¡Coño, Gustavo! Era "Tomo para no enamorarme". ¡Viene en el ADN de cualquier mexicano con tatuajes albicelestes en el corazón! ¡No mames!
Cordera terminó rendido. Casi avergonzado por la reacción que provocó. El Gustavo menos Soberano en la historia de los falsos profetas se llevó el aplauso, la lágrima y sí, la oración que fue placebo para el corazón.
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