El asunto del Ska Fest

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Por: CRONICAS DEL SUR

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Que Onda Banda:

Sábados como el de ayer no se olvidan fácilmente, el sudor, el olor a tabaco y a alcohol, el baile, la música, la paz y la rebelión sin ningún fin que no sea pasarla bien inundaron el Remedo de Bar La Antigua, y digo Remedo porque de Bar sólo tiene el comercio y el consumo de cerveza. No hay sillas ni mesas, no hay otra cosa para tomar además de lo que muchos consideran el elixir del ska. Quien asiste está grandiosamente condenado a estar parado mientras escucha música.

Normalmente sonaría aburrido, "voy a estar parado mientras unos músicos tocan", pues ayer no fue así, ayer difícilmente hubo quien estuviera sin moverse, el ska se ha confirmado como la música que celebra la unión y la rebelión sin fundamentos en la ciudad. Hasta hace unas semanas un show donde sólo tocaban bandas del género significaba poco slam, mucho olor a marihuana y la amenaza de algún pleito afuera del lugar. Esta vez no fue así. Sí existió el clásico y desafortunado fulano que sedado e idiotizado por el exceso de estupidizantes, perdón, estupefacientes se pone a tirar golpes a medio slam, por fortuna la banda orgullosa de la paz y el baile lo sacó del círculo de amistad.

La Tuta Calletana, callejera, totalmente callejera, desmadrosa y sin ideología. sencillamente es la banda que le canta a lo que todos le cantamos. Al ligue con la chava. A la resistencia social. A las historias de la calle. A los trompetazos y a los taxistas. Al alcohol y a la fiesta. Ante todo, es la banda que le canta al ska rebelde y sin causa que vaya más allá del ser feliz. Es extraño que abran un evento, normalmente son quienes lo cierran, Gustavo, Luis, Luis Fernando, Erick, César y Compañía se saben capaces de levantar cualquier evento. Pero esta vez nadie necesita que levanten algo que ya está condenado a ser uno de los grandes shows del año en Villahermosa. Ellos abren y la gente se abre. Ellos cierran y la gente se cierra en torno a ellos.

Las luces multicolor disminuyen su intensidad. Ha llegado el momento de relajarse. De viajar por el más acá y el más allá. De abrazar a la paz y dormir con ella. De ir por algo de tomar y beberlo despacio, disfrutar cada burbuja de la cerveza y el refresco, de sentir cada parte del agua sin sabor. De charlar con los amigos y recordar y hacer recordar la noche. El reggea mi canto de la tercia de novatos. Se hacen llamar Ywi Bakal. Tocan música suave. Las señales eléctricas traicionan su show y evitan que las vibraciones de su garganta pasen a los oídos de la banda que se mueve al ritmo de la guitarra, el bajo y la batería.

Entonces, tras el espacio de descanso llega Kirash. De Charito Beach para el mundo. Del ska a la cumbia y al reggea. De el slam con tintes de mosh para el slam con tintes de parranda. De homenaje en homenaje. Del artesano al migrante. De la exaltación de la laguna de ilusión a la nostalgia por aquella tierra húmeda que ha quedado en el olvido. Del recuerdo de un mal bicho a la memoria de Don Manuel Santillán. De su propia inspiración al útil y mágico recurso del cover. La gente sonríe, la gente baila, la gente se entrega y despide a uno de los trompetistas. La Rata se hace llamar, y cual rata se mueve por todo el lugar con su trompeta. Se despide haciendo lo que mejor sabe hacer, tocarla, bailar con ella y lo adereza con un beso de lo que todos creemos que es amor. El público no hace sino entregarse. Lo despide con honores y el ska continúa su curso.

Y ha llegado el momento de cerrar. El sonido rudo de Margarita llega desde la hermana ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Su rudeza va acorde a lo que ha sido la ya creciente madrugada. Una rudeza que sólo se aprecia en la fuerza con la que la vocalista Fabiola Flores canta. La rudeza se siente en las trompetas, en los saxofones, en las cuerdas y en los tambores.
La rudeza termina por clausurar un mágico festival que ha terminado como ha empezado. Con la gente agotada de tanto bailar y manifestar la paz de tantas formas.

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