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MOLOTOV


Categoría: NACIONAL | Fecha de Publicación: 18/1/2019 | Por: Ángel Armando Castellanos 'Araña'

Crónica de un desconecte políticamente incorrecto

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Discutían airadamente. Parecía una conversación de borrachos a las 2 de la mañana en un bar de Coyoacán; los viejos van cada vez menos a La Condesa y al Centro. El tópico pudo ser cualquiera, política, futbol o mujeres, los hombres mayores hablan mucho de esas cosas. Era música, una canción. Tito Fuentes y Micky Huidobro, los protagonistas. Atrás, cinco músicos tocando -tratando de tocar- 'Oleré el Uhu'.

Micky jugó a ser standupero en la primera fecha de 2019 -hubo una en diciembre- del Desconecte de Molotov en el Teatro Metropolitan. El concierto fue una oda a lo políticamente incorrecto de principio a fin. Sí, parece redundante hablar de "políticamente incorrecto" cuando Huidobro juega a ser un standupero poco gracioso, pero hubo episodios de ese estilo durante toda la noche.

No valga este texto para fincar responsabilidades. Ese, si acaso, es un asunto de camerinos. Molotov fue diferente al Molotov con shows, sets y luces idénticos de los últimos 10 años... o más. No sólo porque cambiaran guitarra y bajos eléctricos por acústicos. Hubo tres percusiones -incluyendo la de Randy Ebright- y un teclado -ellos le dijeron 'kiboard, pero si vamos a ser políticamente incorrectos, lo llamaremos teclado, carajo- además de una guitarra extra y varios músicos invitados que entraron y salieron a discreción.

"¡A huevo! ¡Denme todo el poder! ¡Chingue a su madre el América! ¡Puto el que no brinque! ¡Échale!" se escuchó en las butacas cuando las luces del Metropolitan se apagaron. El público, casi trajeado y peinadito para la ocasión y el escenario, necesitaba sentirse adolescente y como no podía brincar, sin que esto -por supuesto- implique putería gritó mientras escupía gotas de cerveza tibia y diluida con gotas de sangre de gingivitis.

Lo que ante ojos de otros sería insultante, delante de cuatro burgueses liberados se volvía una charla motivacional. Los cuatro cuarentones -con todo el pinche respeto que se merecen- se volvieron adolescentes y entre el alcohol y sus hilarantes versos atacaron y se atacaron a sí mismos. Malos anfitriones. Se sentían en la sala de su casa -con sillón acolchonado de Micky Huidobro incluido- y no invitaban alcohol caro a los invitados ni les permitían acercarse demasiado. Abuelos en la vigésima juventud contando aventuras a los nietos pubertos.

El responsable de la mezcla se sintió parte de la banda y no les ayudó. En muchas, muchísimas canciones, el sonido estuvo completamente saturado y a pesar de la delicia acústica del Metropolitan instrumentos y voces resultaron in-en-ten-di-bles. No había amplificadores sobre el escenario, pero si los hubiera, a nadie hubiera extrañado que los músicos a cada rato se pararan a subir más el volumen. Sí, como adolescentes en su cochera con el clásico "es que no mi oigo carnal".

Al público le valía madres. Después de cada tema -por cierto, hubo nuevos- aplaudía. Era difícil saber si por entera satisfacción, por sarcasmo o para presionar para que llegara la siguiente con la esperanza de que esta vez sí se distinguiera lo que salía de las bocinas.

La banda se equivocaba casi por deporte. Ocurrió cuando el concierto iba a la mitad. Voces que entraban cuando no les tocaba, voces que se equivocaban de letras y voces que entraban cuando no les tocaba y se equivocaban de letras. Primero hubo burlas cómplices. Después, reclamos al término de la mala interpretación y al final, reclamos a media rola, como en la ya mencionada 'Oleré el Uhu'.

Entre los invitados destacó George de Tiger Army. Él y su contrabajo nunca erraron y aparecieron en momentos puntuales. Su momento de mayor lucidez llegó con 'Gimme The Power', convertida, como en el Unplugged de MTV, en un rockabilly que olía a vestidos de criolina.

En 'Cerdo' la banda invitó a "tres personas que pesaran más de 110 kilos". En el país más obeso del mundo eso habría provocado una estampida de consecuencias fatales. Ulises, un ser de '150 kilos de puro rock' se llevó la actuación. El peso no fue pretexto para que bailara. Las nalgas, sus espectaculares, prominentes y duplicadas nalgas debieron llenar de humedad a muchas mujeres. No lo hicieron. A cambio, el gordo menos gordo -apenas tenía barriga- lo inmortalizó grabándolo con su celular y haciéndolo evidente gracias al flash. "Te ganaste un chingo de chelas... un chingo son tres", le dijo Tito al término de su actuación.

Además del contrabajo luciente, hubo una gaita en 'Mátate Teté', una tuba en 'Frijolero' que se hizo acompañar de un acordeón y un taiko -un pinche tamborsote- que la japonesa-americana Naoko Kotayashi tocó en 'Dense denso'.

La oda a lo políticamente incorrecto de Molotov terminó antes de 'Puto'.

"Esta banda existía antes de todo el tren del mame. El que viene a ver a la banda es porque le gusta y el que se ofenda que venga y me lo diga en la cara", sentenció Micky Huidobro. Igual, si lo decía antes de iniciar el show, todo habría tenido más sentido.


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