Por: Macario Martínez
-Yo espero mucho, con el coro, sé que han estado trabajando bastante y me emociona ver a Santa Sabina en acción-.
-¿Desde cuándo los sigues?- le pregunté a la joven a las afueras del Teatro Metropolitan.
-Los sigo desde que nací- me respondió.
Le agradecí la pequeña entrevista y me alejé.
-Es sobrina de Poncho (Figueroa)- me aclaró una de sus acompañantes.
El viaje comenzó con un pequeño ritual de bienvenida y purificación, acompañado de danza y el agradable olor a incienso en el aire. Se sentía un ambiente cálido y el coro virreinal Rita Guerrero, que junto al coro Délicieux y la Santa Sabina comenzaban a darle forma a una versión especial de “A la orilla del sol”.
Mientras la experiencia cuadrafónica avanzaba, mis oídos trataban de entender lo que estaba sucediendo y el sonido salía de todas partes. Para cuando me di cuenta, el escenario estaba lleno de humo y sonaba la famosa canción con el mismo nombre.
La euforia de los asistentes se mantuvo durante todo el recital, ya habíamos aplaudido a Carmina Escobar e Iraida Noriega con sus interpretaciones de “Ojalá fuera tu voz” y “Canción”.
A pesar de la cantidad de instrumentos, sonidos, voces, texturas, danza y los visuales interesantes con vistazos de la curandera María Sabina, algo hacía falta.
“¡Rita, Rita, Rita!”, gritaban los asistentes en repetidas ocasiones.
Desde su fallecimiento en 2011, la agrupación ha sufrido muchos cambios y pausas. Estábamos presenciando todas las alineaciones de Santa Sabina en un mismo escenario, algo que (probablemente) no veríamos nuevamente.
La voz de Rita Guerrero se hizo presente con “La Daga” y el publico se levantó de sus asientos, el concierto fue de lo instrumental a lo experimental. Con invitados de la talla de Salvador Moreno (La Castaneda), Sandra y Dafne (Descartes a Kant), Reene Moii, Alfonso André (Caifanes), Ximena Mor y Jessy Bulbo, alternando entre más de 30 canciones.
Con un viaje a través de la historia y la discografía de una de las bandas mas importantes del rock mexicano; Santa Sabina, cierra una carrera de 30 años con una despedida memorable y digna, así como un homenaje póstumo a Julio Díaz y la inolvidable Rita Guerrero.
Cerré los ojos y todo era azul, casi morado. Al abrirlos, Santa Sabina se despedía junto a sus invitados y el concierto había llegado a su fin.
La gente quería mas. “¡Otra, otra, otra!”, gritaban. “Todavía tenemos algunas sorpresas”, dijo el bajista (Alfonso Figueroa)
La voz de Rita regresó por medio de una especie de reproductor de audio, una base de micrófono con un arreglo de flores rojas y nos cantó al oído “después de muerto” con un Teatro Metropolitan conmovido y en silencio.
Me quedo con el comentario de Benjamín, uno de los asistentes al concierto:
“La experiencia de la Santa, no sólo es una experiencia musical de avanzada, también es la reivindicación de una historia de la ciudad, de sus luchas que forma parte de esta gran urbe que nos inventa a todos, nos reproduce, nos vomita y nos ama al mismo tiempo”.
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