Despistaos se divirtió y su diversión llenó de satisfacción a un Foro Indie Rocks abarrotado. Llegó casi por capricho y el caprichoso terminó siendo el público.
El Foro dio un paso hacia adelante y en plena remodelación regaló un pasillo del lado izquierdo que agilizó la entrada y salida de gente... y el movimiento de los meseros encargados de llenarla de alcohol.
Había sudor porque el lugar estaba lleno y se sentía calor. ¿A quién le importa? Las pieles resbalosas se resbalaron mientras el sentimiento se impregnaba y desprendía correspondencia en forma de coros.
Arriba, en la primera presentación de Despistaos como full band en la Ciudad de México (en 2017 sólo vinieron Dani, el cantante y guitarrista y Krespo, también guitarrista) las sonrisas reflejaban confianza, no así condición física ni adaptación a la altura chilanga. Dani se obligó o fue obligado a hacer pausas entre tema y tema y su voz delataba que intentaba jalar el aire que escaseaba. Sus labios susurraban una risita que se burlaba de él mismo.
En la banda cada quien entendió su papel, de nuevo, a partir del gozo. Dani recordó al niño gordito y travieso que te ponía chicles en donde te ibas a sentar y luego te ayudaba a quitarlo. Krespo fue su cómplice a partir del acercamiento físico y el jueguito de miradas, aunque se hacía el serio. Pablo, el bajista, parecía estar en su mundo, aislado. Y Lázaro, el baterista, se divertía por su cuenta y cada tanto se asociaba con Pablo. Cada pieza encajaba con el resto fácilmente.
La gente fue directa. Exigía las canciones que necesitaba -no quería, necesitaba- escuchar y si el capricho llegaba, entonces llegaba el coro. Nadie se sonrojó con los silencios. Los músicos podían o no complacer, pero todos aceptaban las consecuencias.
Hubo control de ritmo. Despistaos jugó con el vaivén de su setlist. Dos o tres canciones rocanroleras, que casi coqueteaban con el slam y alguna baladita con guitarra acústica en mano. Probablemente también fue plan con maña para no ahogarse, probablemente.
La intensidad, a pesar del plan seguido al pie de la letra, fue característica. La dulzura y la gran cantidad de energía colocadas sobre los instrumentos y el micrófono nunca se negociaron. Las canciones debían ser sentidas y hacerse sentir.
Había necesidad de ambas partes de formar parte de una banda en la Ciudad de México. Las canciones, correspondidas, bien cantaditas, los puños agitados y algunos saltos rebeldes dejaron en claro que la necesidad fue resuelta. De nuevo, iniciando y terminando de forma divertida.
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