Parecía que se burlaban de sí mismos. Viejos, seres canosos, arrugados y con tanta panza como amor propio cantando cosas en las que creían cuando eran jóvenes para seres que les creían cuando eran jóvenes. Ska-P y sus 23 canciones en el Palacio de los Deportes.
Fueron jóvenes, aunque aún se asuman como tales, pero en la práctica hace tiempo que hayan dejado de serlo. Jóvenes antisistema que desde hace años contratan a multinacionales para promocionar su música y armar fechas grandes, multitudinarias, esta vez, para 22 mil milenials maduros. Jóvenes con enfermedades de ancianos, con dolores de treintones, de cuarentones y de todas esas edades a las que se resisten.
Le cantaron a la rebeldía, aunque en casa ya haya quien los espere para cenar y para curarles el jetlag, aunque deban tomar una pastilla para aminorar los achaques.
Su público se parece cada vez más a ellos, y no sólo físicamente, lleno de canas, de panza y cada vez con menos pelo. Un público que coreó letras sobre el poder de la anarquía, del desorden, de la autodeterminación, de la tolerancia y del amor. Un público incapaz de organizarse hasta para hacer una rueda, girar al mismo tiempo con hombres y mujeres abrazados unos con otros. Un público incapaz de aguantar en el slam más de lo que dura un verso porque "ya me falta el aire".
Pocas personas de menos de 20 años, poquísimas. De sorpresa, nada. Spotify, la red musical por excelencia cuenta que entre los 10 temas más escuchados de Ska-P sólo hay uno con menos de dos años de haberse estrenado... y cuenta lo que se siente después de una borrachera épica y ya se pasa de los 25 años. 'No Lo Volveré a Hacer Más', se llama. Hasta sus temas más nuevos saben a paracetamol y antiácido.
Si el rock es mantenerse joven, el ska de anoche fue una muestra perfecta de cómo envejecer sin dignidad... o cambiándole por completo el sentido a la dignidad, al orgullo y al amor propio, por contradictorios que puedan ser estos últimos dos conceptos.
Ska-P habló de tolerancia a la diversidad sexual mientras dos chavas de más o menos veinte años ondeaban con una sonrisa banderas con los colores del arcoiris, eso sí, ambas respiraban aire puro -o más o menos puro- gracias a que estaban sobre los hombros de dos hombres. Acto seguido, la banda usó la palabra "puto" como sinónimo despectivo de homosexual. ¡Viva la tolerancia! ¡Ha muerto la tolerancia!
El sistema sólo es tu enemigo mientras no venda boletos impagables para obreros y campesinos -a los que tanto les cantas. 830 pesos cada entrada para una clase que no gana más de 8 mil mensuales. Después de eso, somos tan burgueses como rebeldes. ¡Viva la clase trabajadora!
La primera presentación de Ska-P en la Ciudad de México -en solitario- desde 2014 terminó con una canción que tiene casi 24 años, El 'Vals del Obrero'. De nuevo, ¿cuántos obreros o personas con sueldo de obrero hubo anoche en el Palacio de los Deportes? Mejor no averiguarlo.
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